EL AMBIENTE CULTURAL QUE VIVIÓ LA ESCRITORA BLANCA ISAZA (MANIZALES 1900-1925).
Blanca Isaza Londoño nació en Abejorral el 6 de enero de 1898, hija de Félix Isaza Arango y Carmen Rosa Londoño. Cuando llegó a Manizales tenía 5 años ¿Cómo era el pueblo? Con el cambio de siglo, y ya como capital del departamento, se fue modernizando; tenía elegantes hoteles y residencias para los viajeros, como el “Hotel Manizales”, numerosas casas comerciales, trilladoras de maíz y de café, varias imprentas que publicaban periódicos y revistas, como Los Ecos del Ruiz, y El Heraldo de Caldas.
Pero la nota más alta la puso el automóvil. Esta nueva etapa de progreso produjo el cambio de mentalidad, narrado por el escritor Tomás Calderón en la siguiente página:
Ahora nos matamos en automóviles y en aeroplanos. Primero nuestros abuelos decían lo tumbó. Hoy todos exclaman: Se volcó. Al caballo tropezador sucedió entonces el carro que patina o el avión que se estrella.
Los viejos hoteles de esta ciudad, por allá en 1897, eran alegres, llenos de viajeros con zamarros, las barandas cubiertas de encauchados, los alforjones en la sala; del cuarto de los avíos salía un fuerte olor a piel caliente, a ramas amortiguadas en el camino, a cuero de soga.
En los periódicos de aquel tiempo solían leerse anuncios como éste, que tomamos de El Iniciador de fecha 30 de mayo del año citado: $4 da Cecilio Torres en el Hotel Manizales al que dé razón del paradero de una mula colorada, matada en ambas costillas, herrada de cuatro patas, que se salió de un manga el miércoles por la noche.
De estos anuncios están llenos los semanarios del Manizales que parten de 1874 a 1900.
Veamos este otro:
Aviso. El que presente un caballo que se perdió se le gratificará con $5. Señales: negruzco, patiabierto, marca B, edad cinco años. Puede entenderse con cualquiera de los empleados de esta imprenta.
El mundo contemporáneo, es todo ruedas. Primero las herrerías alegraban los pueblos con sus forjas: veíanse herreros martillar todo el día, echando en torno suyo chisperos infernales. Lenguas de llamas azules poblaban el ambiente, y los viajeros llegaban hasta la puerta, en donde los caballos dejaban el casco con noble paciencia doméstica.
El caballo salía al galope, y parecía que se encontraba feliz con herraje nuevo; el automóvil se lanza por la carretera y cuando va estrenando llantas se dijera que los otros carros lo felicitan al encender los reflectores o pitar brevemente.
La llanta ha matado mil cosas. Entre ellas, los hoteles con sus patios de piedra, el alegre llegar de los viajeros a caballo, el muchacho a quien la bestia se le desboca, la vaca doméstica, la pesebrera con sus altas cañas y sus aperos y la manga donde alternaban los más extraordinarios congéneres venidos de todos los horizontes.
A la espuela de estrellados garfios de acero, sucedió el elegante timón de aluminio que se clava en los ijares de la velocidad. (Tomás Calderón)