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Foto del escritorPiedramaní

La educación artística, más que una nota.



A pesar de la importancia que esta tiene, muchas instituciones delegan la asignatura al docente integral o simplemente al que tenga más disponibilidad de tiempo en su jornada laboral para ahorrarse algunos pesos en contratación de personal; un error que lastimosamente se ve reflejado en los estudiantes.


Ya es hora de dejar el estereotipo donde la educación artística es dibujar, pintar, bailar, cantar o simplemente realizar cualquier manualidad. No significa que estas actividades sean incorrectas, es solo que deben estar acompañadas de una reflexión crítica, que no se quede en un oficio, en una técnica. Debemos formar niños y jóvenes que puedan responder ante esta sociedad, que aprendan sobre ellos mismos y el otro, que se tome la educación artística como el campo de conocimiento que es.


Me remito a la definición divulgada por el Plan Nacional de Educación Artística.

La Educación Artística es el campo de conocimiento, prácticas y emprendimiento que busca potenciar y desarrollar la sensibilidad, la experiencia estética, el pensamiento creativo y la expresión simbólica, a partir de manifestaciones materiales e inmateriales en contextos interculturales que se expresan desde lo sonoro, lo visual, lo corporal y lo literario, teniendo presentes nuestros modos de relacionarnos con el arte, la cultura y el patrimonio[1]

Así pues la educación artística toca uno de los puntos más importantes y es la sensibilidad, y no solo se habla de la sensibilidad biológica, si no la sensibilidad que puede ser excitada por un estímulo que no es fisiológico; puede ser provocada por las diversas creaciones artísticas, donde entra en juego los recuerdos de infancia, olores, sensaciones y emociones que se pueden llegar a despertar con un acto estético.


Como artista plástica he tenido el privilegio de ser docente y de compartir con estudiantes conocimiento reciproco, trabajando en diversas veredas del municipio de Dagua, del departamento del Valle del Cauca, y actualmente en el distrito de agua blanca en la ciudad de Santiago de Cali, una zona marginada por la violencia; las artes visuales son un escape, que brinda la posibilidad de crear un imaginario y un mundo paralelo.

Personalmente soy de las personas que creo que el estudiante debe tener un estímulo que lo impulse a seguir adelante, a sentirse admirado, es por esto que genero espacios de reconocimiento, lugares donde los estudiantes pueden mostrar su trabajo donde lo simple se convierte en una obra de arte y es reconocida como tal.


En mi experiencia como tallerista de arte en el municipio de Dagua, conforme un grupo de estudiantes que participaban de mis talleres en jornada alterna a la escolar, mantuvimos una relación más allá de alumno a docente, me volví su consejera, su amiga, tuve muchos casos donde en la escuela eran un desastre, se enfrentaban con sus docentes, eran indisciplinados. Entrando a analizar la situación me doy cuenta que son estudiantes que no los han sabido comprender y que los siguen tratando con el modelo de educación más antigua, y ellos no funcionan de esa manera.




En el tiempo que trabaje con ellos fue una relación muy armoniosa y productiva, no aceptaban que yo faltara una clase, madrugaban todos los sábados para vernos y trabajar, creo que su potencial lo desaprovechaban los docentes de su colegio porque no lo sabían explotar. Con ellos creamos obras plásticas llenas de contenido y criticas constructivas que fueron expuestas al público siendo la primera exposición de arte en el municipio de Dagua a la altura de cualquier museo o galería del país. A este evento se le dio todo el reconocimiento y rigor que se merecía.

Me llena de satisfacción, que con esta estrategia se lograra no solo que los jóvenes estuvieran ocupados en sus tiempos libres sino también, orientarlos por otros caminos, y que expresaran su percepción de la vida, despertando así sensibilidades y emociones que tienden a reprimir. Laborando actualmente en un colegio en Santiago de Cali, se realizó la primera exposición de arte con dibujos y pinturas sobre el impresionismo, trabajos que los estudiantes realizaron sin pensar en lo importante que serian y que todo el colegio los exaltaría, ahí entendieron que su pequeña pintura puede movilizar, transcender barreras y comunicar, que si bien dentro del sistema educativo todo se mide por notas, no es esta, la finalidad de un acto estético.


Pienso que no podemos quedarnos en la época donde el docente era el único que hablaba y los estudiantes sujetos pasivos, donde la palabra del docente era irrefutable y nadie tenía derecho a opinar.  Estamos en el tiempo donde el estudiante tiene que ser participe, activo, innovador, creativo.


El motor de un docente debe de ser la pasión, sin ella no tendría sentido la enseñanza y las clases se volverían monótonas y aburridas. Es ahí donde el docente debe de armarse de estrategias para ganarse a los estudiantes, para enamorarlos.


No se puede ser del todo permisivo, ni perder la autoridad, no se trata de dejar que los estudiantes hagan lo que quieran, se trata de buscar estrategias para hacer del aula de clase un espacio de dialogo y conocimiento donde debe haber un punto flexible y brindarles una relación más humana y no tan tajante ya que en la educación artística trabajamos el ser.


[1] Definición de Educación Artística y Cultural divulgada por el Plan Nacional de Educación Artística, en virtud del Convenio 455 celebrado entre los ministerios de Cultura y de Educación de Colombia, en el marco del Congreso Regional de Formación Artística y Cultural para la región de América Latina y el Caribe. Medellín, 9 de agosto de 2007.


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Autor

Erika Rocío Oliveros Martínez

Artista Plástica. Esp en Gestión Cultural

Radicada en la ciudad de Cali

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