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Un día, tres amores: en Venecia.

Parte 0: Preludio


Un primíparo, haciendo primiparadas.

Un primíparo, buscando el ascensor en un edificio de 100 años y únicamente tres pisos de altura.

Un primíparo, pasando por el hall principal de la universidad y cayéndose en medio a la vista de todo el mundo.


Eso era yo en Venecia, un chico latino dándoselas de tener mundo, de tener experiencia, en el león turístico de Italia. Ir a hospedarse al corazón de Venecia era costoso, y por simple intuición o ayuda divina encontré el hostal más barato y moderno de Europa, pero a las afueras de Venecia.

Foto tomada de internet

Llegué casi de noche, eran los primeros días de noviembre y este turista amateur no conocía el otoño, el frío entraba hasta los huesos y mi ropa era digna de un clima tropical. Moría del hambre, cargue mi celular y salí en busca del McDonald’s más cercano; el sector era lúgubre y triste, estaba lleno de construcciones a medio empezar y la estación del tren (por eso había escogido ese hostal, porque era fácil ir y volver hasta Venecia). Tuve que pasar túneles y puentes llenos de extranjeros que hacían negocios oscuros amparados en la soledad que los rodeaba, digno de una película sus ojos me perseguían pues mi ascendencia de medio oriente me hacía vulnerable ante sus ojos y quizás creerían que estaba observando sus movimientos o que era cualquier pinche espía de otro clan.


Foto tomada de internet



Mi valor o más bien mi miedo, y un dolor de estómago de cobardía, hizo acelerar mi paso y llegar al “centro comercial” donde vendían mi apreciada y anhelada comida.