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ANOTACIONES PARA UNA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN CALDAS . 2a sesión.



INTRODUCCIÓN


Las raíces del quehacer educativo en Caldas se remontan a los desarrollos históricos del mundo durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX. El telón de fondo lo constituye el tránsito de la Edad Media al Renacimiento, impulsado por los descubrimientos geográficos y sus efectos en los desarrollos sociales, económicos, políticos y culturales. En este contexto se presenta la gesta del Descubrimiento y la colonización española. Tiene lugar el asentamiento de las primeras bases de la instrucción en el Nuevo Reino de Granada, como un papel cumplido por los misioneros españoles, en un proceso favorecido por las alianzas entre el papado y la corona española: El Patronato, que moviliza el surgimiento de las instituciones coloniales, entre ellas, la Doctrina, que a su vez da origen de manera casi simultánea a la Parroquia y a la Escuela.


Después de los acontecimientos relacionados con la exploración y ocupación del actual territorio caldense por las tropas españolas comandadas por Jorge Robledo, y una vez establecidas las Encomiendas, Mitas y Resguardos, como primigenias instituciones coloniales, empiezan a surgir, de la naturaleza misma de las Encomiendas, las llamadas Doctrinas, que a su vez dan lugar al nacimiento de las primeras parroquias y escuelas en la región. El proceso está ilustrado en la obra “El Patronato Español en el Virreino del Perú durante el Siglo XVI”, del sacerdote Ángel Gabriel Pérez, cuando dice: “Realizados los primeros ensayos de concentración indígena en los Repartimientos y la Encomienda, el eclesiástico encargado de la enseñanza religiosa hacía de doctrinero y el núcleo de la naciente cristiandad era la Doctrina (…) Estas Doctrinas se constituyeron en Parroquias. No es posible determinar a punto fijo la transición, ni cuál sea la naturaleza canónica de una y de otra. La legislación patronal estaba de por medio. Morelli identifica ambos conceptos y no pone otra diferencia que la condición social de los fieles: “En las Indias se llaman Doctrinas, las Parroquias de los indígenas, en las cuales residen uno, dos o más sacerdotes seculares o regulares con cura de alma”.


El tránsito de la Doctrina a la Parroquia marca también el tránsito de la Doctrina a la Escuela. Y simultáneamente el apogeo del clero católico, a cuyo cargo estuvo la misión de realizar las primeras fundaciones escolares. En un escenario histórico avivado por los debates sinodales en

torno a la concepción antropológica que debía asumirse dentro del clero frente a la naturaleza de los aborígenes, descolló en la región antioqueña (progenitora de la caldensidad), un grupo importante de misioneros, entre quienes se puede mencionar en primera instancia a Fray Martín de Robledo, Francisco Frías, Fray Juan de Torreblanca, Diego López, el Padre Rojas, Francisco Herrera y Pedro de Trotayo. Años después vendría la cosecha propia de clérigos antioqueños, educados en los primeros colegios establecidos en la Colonia. Eran capellanes procedentes de las familias resultantes del mestizaje. Por su carácter criollo tuvieron la opción de educarse en Bogotá. Fueron representantes de estas castas del siglo XVI, el Pbro. Pedro de las Torres y Olmedilla (nacido en Santiago de Arma en 1545); Pablo Jerónimo Muñoz y Collantes (nacido en Santa Fe de Antioquia en 1546); Fray Juan de Santa María y Francisco Ramos.


Por lo tanto podemos afirmar que la génesis del quehacer educativo la encontramos en las Doctrinas, que por sus implicaciones socioeconómicas se confundieron con las Encomiendas. El encomendero era generalmente un clérigo doctrinero que recibía a su cargo un grupo de indígenas, para adoctrinarlos en la lengua castellana y en la religión católica. La Escuela Parroquia fue entonces el origen de nuestros actuales centros educativos. Y ella a su vez surgió de la Doctrina o Encomienda, institución que dio origen de manera simultánea a las organizaciones eclesiásticas de hoy: Las Parroquias, Diócesis y Arquidiócesis. Así se explica el papel predominante del clero en los primeros vagidos de la instrucción pública. Al nacer la institución educativa en un ambiente medieval y en el seno de una institución colonial de naturaleza clerical, se gestó el largo proceso de definición de las concepciones pedagógicas, al amparo de las ideas religiosas, que aún tutelan nuestras instituciones escolares.


Durante los siglos XVII y XVIII, fue la Compañía de Jesús, el principal foco irradiador de cultura y gestor educativo en Antioquia. Esta compañía religiosa se constituyó en la más poderosa organización terrateniente de la Colonia. Sus misiones y haciendas eran las más famosas y prósperas. Sus posesiones se agrupaban en tres clases: Misiones, Haciendas y Colegios. La Misión era sinónimo de Reducción o Doctrina. Llegaron a ser riquísimas, no solamente en tierras, sino también en ganados, agricultura y otros géneros. Fueron una verdadera potencia económica dentro de la estructura colonial. Tal sobrada solvencia económica les permitió ser pioneros en la implantación de agencias de instrucción en beneficio de los criollos que tenían posibilidades de acceso a la educación, y formarlos en la ideología religiosa predominante de la

época. En la etapa colonial no había otra opción para los jóvenes: su educación sólo la impartían las compañías religiosas.


Con el advenimiento del período de la decadencia colonial en la segunda mitad del siglo XVIII, aparece en el escenario la Expedición Botánica y el papel cumplido por José Celestino Mutis en la modernización de las estructuras sociales y culturales del anquilosado virreinato español.


Este movimiento generado a partir de la Expedición Botánica, le sirve de acicate a las gestas independentistas que culminan con el establecimiento de la República, a principios del siglo XIX.


Es precisamente en este período que se empiezan a presentar los acontecimientos relacionados con la lucha por la tierra, que en el caso de Caldas tuvo su principal expresión en los conflictos alrededor de la Concesión Aranzazu. Estos acontecimientos, enmarcados en el fenómeno de la Colonización Antioqueña, generaron a su vez una dinámica de creación de poblaciones en el norte de Caldas, que desembocaron en la fundación de Manizales al partirse en dos el siglo XIX.


Por consideraciones meramente didácticas, presento aquí el resumen de la historia educativa regional de Caldas, utilizando como metodología una ruta trazada con el criterio progresivo de los niveles de la pirámide educativa, aunque dicha lógica no coincida propiamente con la cronología en que fueron apareciendo en el escenario de la institucionalidad del Estado. Así comenzaremos aludiendo al nivel de preescolar, para luego pasar al nivel de la educación elemental, siguiendo al nivel de la educación secundaria y la educación media, hasta llegar a la educación superior.



I. La Educación Preescolar. Desagravio del Estado a la Familia y a la Infancia


Los desarrollos de la educación preescolar en Colombia, y particularmente en el Departamento de Caldas, corresponden a la segunda mitad del siglo XX. No obstante, se sabe que desde el siglo XVIII empezaron a configurarse en el contexto internacional los primeros postulados pedagógicos a favor de la primera infancia, especialmente a través de las ideas de Federico Froebel (1782-1852), quien fundó los primeros jardines infantiles en Europa. Aunque en ese siglo no se conocieron en Colombia establecimientos de este tipo, sí conocemos que ya existían por lo menos hospicios o asilos dirigidos por congregaciones religiosas, para atender los niños expósitos o abandonados, a través de actividades recreativas como labor preparatoria para el ingreso a la escuela. Se tiene por ejemplo información sobre el Hospicio de Bogotá, cuyo accionar estuvo inspirado en la pedagogía froebeliana.


En el siglo XIX surge con fuerza en Europa la idea de llevar a los niños a jardines infantiles desde que comienzan a caminar y “enseñarles” para que nunca hieran a sus compañeros de juego. Aunque se considera al inglés Sir Robert Owen como el precursor, realmente fue bajo la inspiración froebeliana que surgieron en Francia las Cunas Públicas para niños hasta de 28 meses, y las salas de asilo, para niños de dos a seis años, por iniciativa de E. Cochin, Oberlin y Mme. Millet. Casi al mismo tiempo, en 1844, durante el gobierno de Pedro Alcántara Herrán, se crearon en Colombia, por primera vez, las Salas de Asilo para niños pobres. En 1851, José Manuel Marroquín fundó la Escuela Campestre de Yerbabuena, con orientación froebeliana. Y en 1870, durante el gobierno de Eustorgio Salgar, se reglamentó la organización de las Salas de Asilo, para destinarlas a “cuidar y educar a los niños que no pueden ser asistidos por sus madres, y porque a su edad no son admitidos en las escuelas primarias”. Sin embargo, en términos generales, durante todo el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, la educación preescolar no se separó del ambiente de la familia.


Será el análisis de la evolución del desarrollo económico y social de los países en las etapas posteriores a la Revolución Industrial, el que nos dará la pista para entender la razón por la cual, este nivel educativo tardó décadas en convertirse en política pública de los gobiernos. Durante todo el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, ya se ha dicho, la educación preescolar no se separó del ámbito de la familia. Y como servicio público siempre estuvo, como lo sigue estando, al amparo del ámbito privado. Cerda Gutiérrez 3. lo expresa así: “Durante muchos años, la atención, cuidado y educación del niño pequeño dependía exclusivamente de la familia, y era inusual pensar en la idea de enviar a un niño de 4 o 5 años a una institución educativa. Pero los profundos cambios socioeconómicos que se produjeron en nuestros países, obligaron a la madre a abandonar su proverbial rol de dueña de casa y cabeza familiar, e incorporarse al mercado laboral. La madre trabajadora se ve enfrentada a numerosos conflictos psicológicos, económicos y culturales como resultado de este abandono temporal de sus hijos, y en este contexto surgen instituciones especializadas que tendrán por función cuidar y proteger al niño mientras la madre trabaja”.

El siglo XX se inaugura en el terreno de la educación inicial con la influencia de la feminista y educadora sueca Ellen Key y su obra “El siglo de los Niños”. A esta influencia le siguieron los movimientos educacionistas de Herman Lietz, Georg Kerschenteiner, Bertrand Russell, María Montessori y Jhon Dewey. Entre tanto en Colombia, los procesos de la modernización industrial apalancados con políticas estatales como la Revolución en Marcha, fueron dando lugar a la fundación de las primeras guarderías, hogares sustitutos y jardines infantiles. Surge así, en 1914, la “Casa de los Niños” del Gimnasio Moderno; en 1917 el Instituto Pedagógico Nacional y en 1933, la Escuela Montessori de Bogotá; además de 280 establecimientos adicionales de preescolar, con carácter privado en su mayoría. Comienzan a aparecer en 1939 los primeros esbozos normativos sobre la materia de la educación preescolar, con la expedición del Decreto 2101 y se empiezan a graduar las primeras promociones de Maestras Preescolares en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. En este ambiente surgen en Caldas, desde 1915, las primeras secciones de preescolar en las instituciones educativas privadas: Santa Inés, La Presentación, Instituto Froebel, Hogar Santa Bernardita, Hogar San José y el Jardín Infantil Versalles. Surgen también las primeras secciones de preescolar en las instituciones educativas privadas de algunos municipios como Aguadas, Pácora, Salamina y Pensilvania.


Tuvimos que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando al amparo del modelo higienista norteamericano se plantearon como prioridades la nutrición y la seguridad social. A partir de la consecuente Declaración Universal de los Derechos del Niño, de las Convenciones y Eventos Internacionales sobre Educación en América Latina, fueron apareciendo normas que reglamentaron las emergentes políticas educativas a favor de la primera infancia.


Fue entonces cuando se crearon el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y los Centros de Atención Integral al Preescolar (Salas Cunas, guarderías, Jardines Infantiles y otras instituciones análogas). Luego surgieron como consecuencia, en las Facultades de Educación, las primeras carreras de formación de maestros para el nivel de preescolar.


Así podemos interpretar que en Colombia, la política pública de desarrollo infantil y educación inicial, surgió a la manera de desagravio del Estado a la familia, después de la catástrofe a la que fue sometida la unidad básica de la sociedad, como consecuencia de la revolución industrial y sus posteriores corolarios modernizantes. Fue en este escenario donde se generalizaron, a partir de la década de los 70 del siglo XX, los establecimientos de preescolar en las instituciones educativas públicas de Caldas y del país.

II. La Educación Básica: De la Familia a la Escuela


Los desarrollos iniciales de la educación primaria en Caldas corresponden a la primera mitad del siglo XIX, período de la creación de los más ancestrales municipios caldenses, al calor de la colonización antioqueña.


Aunque el interés fundamental que inspiró a las primeras familias establecidas en la región caldense era obviamente el relacionado con la satisfacción de su necesidad de supervivencia. Los colonizadores antioqueños se fueron regando por estas breñas, fundando caseríos, levantando poblaciones, creando distritos, más con el afán de echar raíces, en su innato deseo de territorialidad, que en los afanes que luego vendrían, por trascender en lo mental, en lo cultural, en lo social, en lo educativo. En esa primera etapa de la colonización, la fuerza simbólica que alimentó la expansión estuvo asentada en lo mítico, en lo legendario. A ello se refiere Javier Ocampo López cuando afirma que “el mito es una realidad viviente de lo que se cree acaeció en los tiempos originarios, e influye continuamente en el mundo y en el destino de los hombres (…) el mito no es mera historia contada, sino realidad vivida”.4 La faena intelectual no tenía espacio en las mentes de los primeros colonos antioqueños. Ellos estaban demasiado ocupados en las faenas materiales: derribar la selva, abrir trochas, levantar sus ranchos, efectuar las siembras, cosechar los frutos que la tierra pudiera prodigar, con la mayor brevedad posible. La fortaleza física estaba por encima de cualquier otra prioridad. Se requería vitalidad para resistir la intemperie, descuajar montes, talar árboles milenarios para transformar el bosque, enfrentar la dureza del medio, darle caza a la presa para el condumio y vencer por tanto el vigor de las fieras, domeñar los rigores del clima y sobreponerse a la pujanza de los rivales y enemigos en la gesta colonizadora. Los pocos resquicios que quedaban, se dedicaban a la fantasía de los mitos, de los espantos y de las leyendas que poblaban la oscuridad de las noches.


Sin embargo, una vez levantado el rancho, establecida la sementera y afincada la familia en la neófita parcela, venía la preocupación por la crianza de los hijos. Si bien se tenía claro que dicha crianza tendría que orientarse al propósito de capacitar a los hijos para contribuir al ensanchamiento de la incipiente economía familiar, también era evidente la necesidad de trascender la mentalidad de los niños, a niveles espirituales. Por ello, al lado de lo mítico, lo religioso cumplía un papel fundamental. Entonces era el momento en que los padres de familia,

reunidos en torno a un mismo interés, acudían a las autoridades regionales del clero en demanda de una fundación eclesiástica que permitiera la disponibilidad de un “cura de almas” que los ayudase en la tarea de contribuir a la crianza de los hijos, bajo la orientación de sentimientos cristianos. Era por ello que la parroquia se convertía en el eje de toda la vida comunitaria y social de las incipientes poblaciones de la colonización.


La ética judeo-cristiana se hizo de esta manera preponderante en la formación de nuestra cultura. El asunto lo describe Albeiro Valencia Llano5 de la siguiente manera: “Los hijos se formaban al lado del padre y de los adultos, mientras que la actividad doméstica especializaba a las niñas. No se trataba sólo de vivir decorosamente con finca y con casa, en la recién fundada colonia, sino de “embellecer el hogar con el buen gusto y sencillez de la mujer hacendosa, y ahorrando sin imponer privaciones a la familia, pues se entiende que la economía y el buen orden producen milagros”. La educación de los niños se orientaba a las actividades productivas, mientras que las niñas se sumergían en las actividades domésticas, las cuales se hacían cada vez más complejas de acuerdo con las exigencias de la finca familiar. No era suficiente hacer la comida, alimentar gallinas y cerdos, sino que era necesario saber bordar, tejer, coser y administrar una casa”.


En ese contexto, la educación básica estaba inicialmente restringida a los varones, y sólo abarcaba los tres primeros años de formación elemental. Poco a poco las condiciones irían mejorando, ampliándose las oportunidades para las niñas y creciendo el espectro de la cobertura hasta los cinco años de escolaridad. Sin embargo, a medida que corría el tiempo, las cosas se iban complicando. En tanto que el quehacer educativo pasaba de la influencia meramente familiar al ámbito de la escuela, ésta por su carácter público se veía afectada por las tensiones ideológicas de las distintas fuerzas sociales. La influencia religiosa comenzó a encontrar la oposición de otros intereses. Empezaron los debates por la preeminencia de diferentes hegemonías. El clero encontró resistencia en los partidos políticos que encarnaban los nuevos intereses de las clases comerciales en ascenso. Se sucedieron los debates sinodales, las discusiones sobre la relación Iglesia y Estado, los movimientos de emancipación social e ideológica y las consecuentes tensiones pedagógicas que a causa de las múltiples cosmovisiones iban moldeando la escuela al vaivén de los pendulares paradigmas éticos y políticos. Los conflictos ideológicos, dirimidos con el lenguaje de las armas, iban dándole forma

a una institución escolar que por esta misma razón, perpetuaría hasta hoy su capacidad dialéctica en la transformación del pensamiento y la cultura.


Así, las primeras manifestaciones de la educación primaria en el área ocupada en la actualidad por los municipios de Caldas, surgieron a partir de los movimientos colonizadores de los antioqueños. Aunque la primera prioridad para los colonos fue establecer su dominio sobre la fiereza de los obstáculos naturales que impedían su necesidad de instaurar su territorialidad en los nuevos asentamientos coloniales, bien pronto apareció la necesidad de fundar las primeras escuelas al lado de las parroquias, para trascender la mentalidad de los niños a niveles espirituales. Y de alguna manera ese afán de trascendencia se alimentó en los desarrollos propios del ambiente educativo y social heredado de la decadencia colonial: los efectos colaterales de la Expedición Botánica, los movimientos de independencia, el establecimiento de la República, la misma dinámica conflictiva de la colonización antioqueña, las primeras fundaciones, el apogeo del clero, la aparición de las primeras profesiones, la aparición del oficio del maestro y en consecuencia, la fundación de las primeras escuelas.


Durante la primera década del siglo XIX, los colonos más privilegiados enviaron sus hijos a educarse en Rionegro. Sin embargo, a partir de 1824 empezaron a surgir las primeras escuelas en forma sucesiva en Aguadas, Pácora y Salamina. En 1850 se formaliza la fundación de Manizales y con ella las primeras escuelas, de la que posteriormente llegará a ser la capital de Caldas. Hasta hoy se considera que la primera escuela fundada en territorio caldense, fue la Escuela Parroquial de Aguadas, en 1824, a la que le siguió la escuela dirigida en ese mismo municipio por Felipe Márquez en 1833. En Manizales, la primera escuela se fundó en 1851 y estuvo dirigida por Felipe Moreno y luego por Valentín Hurtado. No obstante se considera al educador Mariano Ospina Delgado como el más acreditado maestro de los primeros tiempos en Caldas. Incursiona al campo de la pedagogía desde 1840 en Salamina y su vida de maestro se convirtió en un movimiento pendular entre Salamina y Manizales, durante las décadas de 1840, 1850 y 1860. Por ello, ambas ciudades lo reconocen como el primero y más destacado de sus educadores primigenios.

La segunda mitad del siglo XIX o etapa de la pos fundación de Manizales, se caracterizó por la agitada convulsión social manifestada en las numerosas guerras civiles. Las guerras de 1851, 1854, 1860, 1864, 1867, 1876, 1879, 1885 y 1899, le sirvieron de fondo a una dinámica de fundación de poblaciones y de desarrollo educativo que se hizo eco de la dialéctica intelectual que inspiraba esas mismas contradicciones sociales. Entre 1850 y 1870 se presentó la restauración de las primeras escuelas de Aguadas, la fundación de las primeras escuelas en Pácora, Aranzazu y Filadelfia. Y Salamina y Manizales se constituyeron en los dos escenarios pendulares del accionar educativo de ese gran pionero de las gestas educativas en la región, que lo fue el maestro Mariano Ospina Delgado.


En la última etapa del siglo XIX, bajo la sombra del desarrollo de las ciencias sociales y de la hegemonía mundial de los ingleses y franceses, se instala la gran controversia universal entre las ideas del liberalismo inglés y los postulados conservadores del catolicismo. En este período, en Colombia se agitan las disputas ideológicas entre el radicalismo liberal y el conservatismo, agudizándose y dirimiéndose dichas confrontaciones a través del lenguaje de las armas, en las sucesivas guerras civiles. Fue precisamente en la década de 1870 que se puso en marcha el Decreto Orgánico de Instrucción Pública y se fundaron las primeras Escuelas Normales en el país. En Manizales, fue un período de gran dinamismo intelectual: surge el Semanario El Ruiz, Manizales se hace capital del Departamento del Sur de Antioquia, surge y se desarrolla una gran variedad de expresiones culturales, periodísticas y bancarias, se incrementa significativamente el número de las escuelas en las áreas urbanas y rurales de Manizales y demás municipios recientemente fundados, a la par que se incrementan las fundaciones parroquiales y surge la Diócesis de Manizales como respuesta a la necesidad de atender espiritualmente a la expansiva población antioqueña del sur. Son célebres en este período en Manizales, la Escuela de Niños de Blas Gaviria y la Escuela de Niñas de Magdalena Isaza Marulanda. Además se registra la fundación de 16 escuelas rurales para niñas. Surgen también las primeras escuelas en Aranzazu, Chinchiná, Manzanares, Pácora, Pensilvania, Riosucio, La Merced (Salamina) y Supía.



III. La Educación Secundaria: El Puente entre la Escuela y el Mundo del Trabajo


La Escuela Secundaria o Complementaria apareció en Caldas en la segunda mitad del siglo XIX, como la realización del sueño de la familia y la sociedad por tender el puente entre la escuela y el nivel primario de la economía.


Ya está fundada la parcela; ya se ha logrado obtener un cupo para construir residencia en el caserío que se ha formado a partir de la dinámica comercial de las fondas aldeanas; ya hay una rústica capilla que le sirve de centro a la incipiente población y alrededor de ella, en formación caprichosa, unas cuantas calles empedradas van guiando el rumbo de las caravanas de bueyes y de mulas que acarrean los productos de la sementera. Al lado de la capilla, surge una escuela a la que se envían los niños para ser atendidos personalmente por el cura o por una hermana del cura. Y a medida que pasan los años, la escuela se va ampliando de primero a segundo y de segundo a tercero. Cuando termina la primera cohorte, el cura visita al Corregidor o al Alcalde, en la cabecera del Distrito y gestiona ante el Cabildo la oficialización de la escuela y su ampliación hasta el grado quinto de primaria. El mismo cura propone el candidato para maestro. Comienza a funcionar la escuela en un local arrendado, pero el Cabildo dispone lo pertinente para la adquisición del lote donde se construirá la escuela urbana de varones y la escuela de niñas. Mientras los hijos mayores desertan del grado tercero, para engrosar la tropa familiar que se requiere para el sostenimiento de la finca, los hijos menores se benefician con el sacrificio de sus hermanos y van a la escuela a terminar el ciclo elemental.


Termina el niño el grado quinto de primaria. Ya le será necesario a sus padres tener casa en el casco urbano del distrito o enviarlo a un inquilinato o internado, para que continúe la secundaria. Por fortuna, la cabecera del Distrito ha logrado adquirir tal categoría, en virtud de estar ubicada en sitio estratégico por criterios militares o comerciales. Y en gracia de tener ya la categoría de cabecera distrital o de cantón, o de municipio, ha crecido la población significativamente. Entonces han aparecido unos personajes con aureola de maestros, venidos de la capital de la provincia o de la capital del Estado, trayendo en sus mentes febriles y visionarias, la idea de fundar un colegio de secundaria para impartir conocimientos prácticos que les servirán a los jóvenes para ingresar al mundo del trabajo. Como la aspiración de los

padres es que sus hijos terminen la secundaria e ingresen al seminario para que se conviertan en sacerdotes6, la mayor parte de los jóvenes se encauzan por este horizonte vocacional.

Sin embargo, ya han aparecido también en el panorama local los leguleyos o aprendices de Derecho, que aprovechando los conflictos por la tenencia de la tierra, ostentan su poder de gestión ante los incipientes tribunales. Y al lado de ellos, los comandantes de las tropas que se enlistan para las sucesivas guerras civiles, hacen alarde de su poderío militar. Y han aparecido también los primeros médicos llamados a curar a los heridos en las innumerables batallas y a sanar las dolencias resultantes del clima malsano y de la carencia de servicios sanitarios, ostentando su alta jerarquía en el naciente núcleo social. Sacerdote, maestro, médico, abogado y militar conforman el notablato de la incipiente población. Y entonces, los jóvenes acuden al colegio de secundaria, para aspirar a ser parte de ese notablato.


Continúa la intriga. El maestro que inicialmente ha sido escogido por el cura para ejercer tal cargo, comienza a inquietarse con la lectura de documentos y revistas que llegan por vías alternativas, diferentes a las de la Casa Cural. Inicia su ingreso a un mundo de ideas liberalizantes que le van generando dilemas en relación con los paradigmas católicos en los que ha sido formado. Lee el Diario de Cundinamarca o la Escuela Normal, órganos del liberalismo radical y en ellos encuentra lo que no le ofrecen ni La Sociedad ni el Tradicionista, semanarios del conservatismo y el catolicismo, en materia de ayuda pedagógica para enriquecer sus conferencias ante los inquietos y precoces pupilos del colegio. Entra en conflicto con el cura y entonces viene su remoción. El asunto tiene muchas más argucias. Aquí tenemos que simplificarlos en aras de la didáctica histórica. El anterior es el cuadro que simplifica el escenario correspondiente a la segunda mitad del siglo XIX, época en que surgen los primeros establecimientos educativos de secundaria, en las poblaciones con mayor desarrollo en el actual territorio caldense. Sin embargo, los primeros antecedentes de los establecimientos educativos de secundaria pueden encontrarse en los Colegios Mayores, los Liceos, Seminarios y Universidades de la Colonia.


Al finalizar el siglo XVIII, movimientos como el Plan Educativo de Moreno y Escandón (1774) y la Expedición Botánica (1783), alentaron la organización de una estructura educativa en el país que propugnaba por llevar a la población a mejores niveles de acceso educativo. Ya en el

período republicano, fue el gobierno de Santander el que impulsó la creación de escuelas y colegios académicos sustentados en el modelo pedagógico utilitarista de Bentham y Destut de Tracy, aunque tuvo que enfrentar la resistencia católica. Pero el momento decisivo para el desarrollo de las primeras manifestaciones de la educación secundaria en Antioquia y Caldas, lo constituye la etapa de la República Radical. En especial durante el lapso en que el Estado Soberano de Antioquia estuvo al mando de Pedro Justo Berrío, quien a pesar de su procedencia conservadora, se propuso hacer eco en Antioquia de los movimientos renovadores que surcaban el resto del país. Para ello planteó una idea de gobierno centrada en la educación, como respuesta a la necesidad de imprimirle a los procesos formativos un alto nivel de pertinencia con las demandas de desarrollo social y económico, en un momento histórico marcado por la construcción de ferrocarriles, el control de las enfermedades del trópico, la explotación del oro y el auge de las escuelas normales y talleres de artes y oficios para la formación de maestros.


Fueron educadores epónimos también, Bonifacio Vélez, Félix Antonio Vélez y José María Restrepo Maya. Desde 1860 se tiene noticia en Manizales de la fundación de un colegio de segunda enseñanza, a cargo de Francisco Felipe Martínez y Rómulo Durán. En 1872 funcionó también en Manizales el Instituto Caldas, dirigido por Miguel Jaramillo Ch. El funcionamiento de estas novedosas instituciones estuvo marcado por el debate entre las ideas pedagógicas liberales que se expresaban a través del Diario de Cundinamarca y las ideas pedagógicas tradicionales expresadas a través de los órganos de información del clero católico. Fueron pioneros de la educación secundaria en Caldas, los educadores Joaquín Vásquez, Hipólito Gallo, Carlos Giraldo Arteaga, Urbano Ruiz, Ramón Posada, Joaquín Antonio Uribe, Jesús Londoño Martínez, Francisco Marulanda, Roberto Emilio Giraldo, Abel Gómez y Rosendo Gómez.


La década de 1870, como se ha dicho, marcó el desarrollo de las bases de la educación secundaria en Caldas, alentada por la Misión Pedagógica Alemana. El educador Alejandro Vásquez fue designado por el gobierno de Pedro Justo Berrío para darle vida a la Escuela Normal de Institutores, donde se graduó la primera promoción de maestros. Por la misma época

fue también célebre el colegio de Sara Jaramillo de Velásquez, donde se formaron intelectuales como Dolores Macías de Escobar, Virginia Villegas, Narcisa Bustamante de Saravia y Agripina Montes del Valle. En 1875 también empezó a funcionar la Escuela Superior de Varones del Circuito de Manizales, bajo la dirección de Silverio Arango.


Durante el período de la Regeneración (1886-1903), sobresalieron en el terreno de la educación secundaria en Caldas, el pedagogo Jesús María Guingue Carvalho como Rector del Colegio Santo Tomás de Aquino. Se fundaron también en esta época, el Colegio León XIII, dirigido por Luis Tomás y Diego Fallón; el Instituto Pestalozzi, dirigido por Gerardo Arias; el Colegio Exagógico, dirigido por Jesús Londoño Martínez y el colegio de Cristo, dirigido por Juan Andrés Echeverri, Benigno Muñoz O., José Joaquín Ceballos, Alejandro Ospina y los Hermanos Maristas.


Posteriormente funcionó en Manizales la Escuela Industrial, fundada por Concepción Ruiz de Arango para ofrecerles educación práctica a las mujeres pobres. Otras instituciones educativas de secundaria que se consideran pioneras en la región en este nivel educativo son el Internado Campestre y por supuesto, el Instituto Universitario, nacido de los esfuerzos realizados desde finales del siglo XIX por los educadores ya mencionados. Las primeras décadas del siglo XX fueron prolíficas en materia de desarrollo de la educación secundaria. Tras la creación del Departamento de Caldas y la Diócesis de Manizales, se deshilvanaron una serie de acontecimientos significativos entre los que se destaca la fundación de las instituciones educativas que aún en la actualidad se yerguen con liderazgo en el contexto regional, tales como el Colegio de Cristo, las Escuelas Normales Superiores (de Manizales y de Caldas), el Instituto Universitario y el Instituto Tecnológico Superior, entre otros.



IV. La Educación Media: Del Colegio Aldeano al Instituto de la Ciudad


El nivel de la Educación Media es un proceso que corresponde a la segunda mitad del siglo XX. En la primera mitad de esta centuria, el país se desenvuelve aún en un contexto predominantemente rural. Los desarrollos modernizadores que llegaron con la industrialización, desde la década de 1930, vinieron a desembocar en el crecimiento de las ciudades y el estancamiento del desarrollo de los municipios de la periferia. Se configuró así un país de capas concéntricas, cuyos desenvolvimientos económicos y sociales dependen en primer lugar de Bogotá, la capital central, en segundo lugar de las capitales intermedias de los Departamentos; en tercer lugar de las cabeceras de los municipios intermedios y finalmente, de las aldeas o poblaciones menores.


El fenómeno de la violencia de mediados del siglo XX contribuyó también, y de qué manera, a ese reordenamiento urbano del país. Como corolario de ella, los desplazamientos forzados, el éxodo campesino y la migración del campo a la ciudad, determinaron que la preeminencia económica y social quedara en el centro. Las grandes ciudades, creciendo vertiginosamente alrededor de las fábricas y núcleos industriales, con una economía bancaria a través de la cual acapararon los frutos del desarrollo que en movimientos centrífugos van llegando de las poblaciones menores e intermedias. La racionalidad económica industrial ordenó el mundo para que girara en torno de las grandes ciudades industriales y comerciales. La educación, la ciencia y la tecnología, en ese mismo orden, sentaron sus bases de crecimiento en las grandes urbes. Quedó la periferia cumpliendo el mero papel de generar procesos básicos o de carácter inicial. En esta periferia, conformada por las aldeas y poblaciones menores, la educación no pudo pasar más allá del nivel de la secundaria. Ella tendría que esperar los movimientos tecnicistas y modernizadores de las décadas posteriores a la de los 70 y 80, para poder trascender al nivel de la Educación Media. Hasta muy entrados los años 60 del siglo XX, fueron entonces los colegios de secundaria, el Alma Mater de las aldeas. El surgimiento y desarrollo de la Educación Media, a partir de los años 70, fue un tránsito del Colegio aldeano al Instituto de la ciudad.


Hay que reconocer sin embargo, en el desarrollo de las Escuelas Normales, desde principios del siglo XX, los antecedentes de la Educación Media. Estas instituciones, con su liderazgo natural, se encargaron de abrir los horizontes. Ellas compartieron con los Seminarios y Colegios Mayores del siglo XIX y principios del siglo XX, el papel de ofrecer a las capas medias de la población, un nivel educativo pertinente con las necesidades y expectativas de esas etapas históricas. En tanto que las Escuelas Normales preparaban para el magisterio, los seminarios preparaban para el sacerdocio. El sacerdote y el maestro eran los dos oficios llamados en primer lugar a trazar el horizonte de sentido a la naciente sociedad caldense.


En la segunda mitad del siglo XX se configuró de manera definitiva el nivel de la Educación Media en Caldas y el país. En 1957 fueron enunciados los principios modernos de la educación y los grandes lineamientos que en la década siguiente marcaron la estructura de una educación media diversificada, con la creación de los INEM, ITAS, ITEC y otras instituciones similares. El Decreto 045 de 1962 organizó el bachillerato en cuatro años, común para todos y un ciclo vocacional de dos años. Entre 1962 y 1966 se desarrollaron las bases de política que fundamentaron el Decreto 1962 de 1969, que creó la enseñanza media diversificada en el país. En este contexto, en la década de 1970 empezaron a funcionar los INEM en la mayoría de las capitales de los Departamentos del país, entre ellos el INEM Baldomero Sanín Cano de Manizales.


A partir de la década de los 80 se generalizaron en el país los establecimientos educativos de secundaria, completa, que ofrecen hasta el nivel de Educación Media o grados 10 y 11. La denominación de Educación Media Vocacional cambió a partir de la expedición de la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994). En Colombia, en la actualidad sólo existen dos tipos de educación media: La Educación Media Académica y la Educación Media Técnica.



La Educación Superior: Puerta de Acceso a lo Universal


Los antecedentes de la educación superior en Colombia se remontan a la época colonial. De acuerdo con Diana Soto Arango7, en la América colonial española se fundaron 32 universidades que otorgaban grados académicos a eclesiásticos y civiles. En su mayoría estas instituciones obtuvieron las Cédulas Reales y Bulas Papales para su fundación. De éstas se crearon 6 en el siglo XVI, 12 en el siglo XVII, 11 en el siglo XVIII y 3 en el siglo XIX. Sin embargo, al finalizar el siglo XVIII, de las 29 universidades creadas, once se habían clausurado en el transcurso del siglo.


En la audiencia de Santa Fe, las primeras instituciones que impartieron estudios u otorgaron grados a los seglares fueron la Universidad de Santo Tomás (fundada en 1538), la Universidad

Javeriana (fundada como Colegio Seminario San Bartolomé en 1604), el Colegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomé, la Universidad de San Nicolás de Mira, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y el Colegio Universidad de San Pedro Apóstol de Mompox.


La educación civil en la capital del virreinato, Santa Fe, estaba centralizada en el Colegio Mayor del Rosario, fundado en abril de 1645 por Fray Cristóbal de Torres, y que dependía del Arzobispo y del Virrey. Sin embargo, dice Soto Arango, esta institución no llegó a dar grados académicos y por lo tanto sus estudiantes tenían que ser recibidos en la Universidad de Santo Tomás.


A comienzos del siglo XIX se organizó en la Villa de Mompox, el Colegio Universidad de San Pedro Apóstol, administrado por el Cabildo Civil. Esta institución no llegó a otorgar grados porque se suprimió al iniciar el movimiento de la Independencia y luego se reabrió pero sólo como colegio de educación secundaria.


Aún están por estudiar los Colegios Carolinos que tuvieron su origen en las instituciones jesuíticas y que después de la expulsión de esta comunidad, pasaron a ser regentados por los Cabildos Civiles y Eclesiásticos. Estas instituciones sí otorgaban grados académicos.


En la etapa republicana, la educación universal, libre y obligatoria fue una meta de urgente alcance. Se consideraba que la educación era una fuente necesaria para construir la unidad nacional, la cohesión natural de los hombres que tienen un pasado común y la formación de ciudadanos conocedores de sus derechos y obligaciones. Y en especial, el interés de formar los dirigentes para la conducción civilista de la República, determinó el afán de crear las universidades oficiales8.


A partir del Decreto del 18 de marzo de 1826 se dispuso el establecimiento de las Universidades Centrales en Caracas, Bogotá y Quito; y universidades seccionales en las capitales de los Departamentos y Cantones, con mayor disponibilidad de profesores y alumnos, previo concepto favorable de la Dirección de Estudios.


El Dr. Félix Restrepo era el Director General de Estudios en Colombia, los doctores Vicente Azuero y Estanislao Vergara eran los adjuntos. De esta manera surgieron las universidades de Boyacá en Tunja, la Universidad del Cauca en Popayán y la Universidad del Magdalena en Cartagena de Indias. Y se establecieron cátedras universitarias de medicina, jurisprudencia y teología en los colegios santanderinos, entre los cuales se mencionan: El Colegio de Boyacá, el Colegio de San Simón de Ibagué, el Colegio de Antioquia en Medellín (Real Colegio de San Francisco de asís), primer antecedente de la Universidad de Antioquia; el Colegio de Santa Librada en Cali, el Colegio de Santa Librada de Neiva, el Colegio Académico del Socorro, el Colegio de Guanentá en San Gil, el Colegio de Cartagena de Colombia, el Colegio de Pasto, la Casa de Educación de Pamplona, la Casa de Educación de Vélez, el Colegio de Mompós, el Colegio Académico de Buga, el Colegio de Ocaña, el Colegio Académico de Cartago, el Colegio del Istmo de Panamá, el Colegio de Guayana en Angostura, el Colegio de Cumaná, el Colegio de Educación de Valencia, el Colegio de Trujillo y otros en las provincias de la Gran Colombia, en la Nueva Granada, Venezuela y Quito.


En este orden de ideas, el hilo conductor de la fundación y desarrollo de la educación superior en Caldas, se inicia en el período del Radicalismo Liberal, segunda mitad del siglo XIX. De esta época arrancan los acontecimientos de la fundación de la Universidad de Caldas. Ese es el sentir de historiadores como Luis López de Mesa y Guillermo Duque Botero, quienes reconocen que las acciones de gobierno de Pedro Justo Berrío en Antioquia en la década de 1870, impulsaron significativamente la instrucción pública. Por su parte, Albeiro Valencia Llano y Carlos Hernando Valencia Calvo consideran que la explicación del origen de la actual Universidad de Caldas se encuentra en la transición que vivió la región desde finales del siglo XIX, cuando se crearon las condiciones económicas, sociales, políticas e ideológicas que orientaron el país hacia la modernización capitalista, y en la República Liberal que surgió en 1930.


Mediante Ordenanza No. 006 del 24 de mayo de 1936, se creó la Universidad Popular. En 1944, la Ordenanza 007 dispuso el cambio de nombre de esta universidad por Instituto Politécnico.


Empezó a funcionar con este carácter el 19 de junio de 1946. En 1947 se adoptaron los estatutos que definían la institución como un establecimiento de educación secundaria y profesional sostenido por el Departamento y la Nación. En 1949 se crearon las Facultades de Agronomía y Veterinaria. En 1950 surgieron las Facultades de Derecho y Medicina. En 1955 se creó el Departamento de Lenguas Modernas y en 1956 se fijó el nombre definitivo como Universidad de Caldas. En 1957 nació la Escuela de Bellas Artes y en 1959, la Facultad de Filosofía y Letras.


Por su parte la Universidad Nacional sede Manizales surgió en 1944 como una idea parlamentaria en el Congreso Nacional, pero sólo el 3 de marzo de 1948 empezó a funcionar con la carrera de Ingeniería Electromecánica, que cambió su nombre, un año más tarde, por Ingeniería Civil. Las primeras promociones de profesionales se graduaron en esta universidad en 1954. En 1966 surgió la carrera de Administración de Empresas y en 1969 se iniciaron las clases de Arquitectura. En 1970 se iniciaron las de Ingeniería Eléctrica, Química e Industrial.


De otro lado, las primeras bases para la fundación de la Universidad Católica en Manizales, datan de 1870. Según el historiador Guillermo Ceballos Espinosa, en ese año las Hermanas de la Presentación llegaron a administrar el primer hospital de la ciudad. Las religiosas construyeron a continuación un amplio edificio de dos pisos para su residencia y fundaron en el mismo, el famoso Colegio de La Presentación, prolongado ahora con la importante corporación Universidad Católica.


El 24 de junio de 1972 nació la Universidad de Manizales como una institución de educación superior de economía solidaria: Cooperativa para el Fomento de la Educación Superior – COOFES-. Posteriormente se convirtió en Fundación Universitaria de Manizales –FUNDEMA-, y en 1992, mediante Resolución 2317, el Ministerio de Educación Nacional le reconoció el carácter de Universidad de Manizales.


La Universidad Autónoma de Manizales se fundó el 20 de Agosto de 1979 con el apoyo de la Fundación para la Educación Superior FES y FUNDECA, entidades que compartían la idea de crear una universidad nueva, no sólo en el tiempo9 sino en su filosofía, su concepción de la enseñanza, sus métodos y aspiraciones. El Pbro. Leopoldo Peláez Arbeláez motivó a varios ciudadanos para trabajar en este proyecto y así dieron origen a esta importante universidad.


La Fundación Universitaria Luis Amigó inició actividades académicas en 1987 con el programa de Pedagogía Reeducativa, aprovechando un local del Instituto San Rafael, de propiedad de los Terciarios Capuchinos. Actualmente posee sede propia, inaugurada el 29de abril de 1998.





Notas


1.Este trabajo es un compendio de la historia educativa de Caldas, desarrollado en mayor extensión en mi libro “De la Doctrina a la Escuela: Una Historia de la Educación en Manizales y Caldas”, impreso en la Editorial Manigraf, en Octubre de 2009. 2Citado por DUQUE BOTERO Guillermo, en Apuntes para la Historia del Clero de Caldas, Medellín, Bedout, 1957.


3 CERDA GUTIÉRREZ, Hugo, “La Educación Preescolar: Historia, Legislación, Currículo y Realidad Socioeconómica”, Edit. Magisterio, Bogotá, 1996.


4 OCAMPO LÓPEZ, Javier, “Mitos Colombianos”, 2ª edición, Áncora Editores, Bogotá, 1989.


5 VALENCIA LLANO, Albeiro, “Colonización Antioqueña y Vida Cotidiana”, Edit. Universidad de Caldas, Banco de la República, Manizales, 2018.


6 El historiador Albeiro Valencia Llano lo expresa así: “Las familias acomodadas que tenían un status económico en la región, alcanzaban mayor movilidad social a través de la educación cuando lograban que alguno de sus hijos se ordenara de sacerdote o culminara una profesión liberal como la medicina o el derecho”.


7 SOTO ARANGO, Diana E., “Las Universidades y Colegios Mayores del Virreinato de la Nueva Granada”, en: Historia de la Universidad Colombiana, Tomo I, Historiografía y Fuentes, Tunja, 1998.


8 OCAMPO LÓPEZ, Javier, Historiografía de la Universidad Republicana: 1826-1843, en: Historia de la Universidad Colombiana, Tomo I, Historiografía y Fuentes, Edit. Diana Soto Arango, Tunja, 1998.




BIBLIOGRAFÍA

- CERDA GUTIÉRREZ, Hugo, “La Educación Preescolar: Historia, Legislación, Currículo y Realidad Socioeconómica”, Edit. Magisterio, Bogotá, 1996.

- OCAMPO LÓPEZ, Javier, Historiografía de la Universidad Republicana: 1826-1843, en: Historia de la Universidad Colombiana, Tomo I, Historiografía y Fuentes, Edit. Diana Soto Arango, Tunja, 1998.

- OCAMPO LÓPEZ, Javier, “Mitos Colombianos”, 2ª edición, Áncora Editores, Bogotá, 1989.

- SOTO ARANGO, Diana E., “Las Universidades y Colegios Mayores del Virreinato de la Nueva Granada”, en: Historia de la Universidad Colombiana, Tomo I, Historiografía y Fuentes, Tunja, 1998.

- VALENCIA LLANO, Albeiro, “Colonización Antioqueña y Vida Cotidiana”, Edit. Universidad de Caldas y Biblioteca Banco de la República, Manizales, 2018

Angel Maria Ocampo Cardona

Presidente Academia Caldense de Historia

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